El tema de normas y límites en casa es uno de los que más trabajamos con las familias que tenemos en sesiones. ¿Por qué? Pues porque cuando los límites y las normas están bien establecidos en una casa, el clima mejora y todo fluye más fácilmente.
Entonces, ¿para qué sirven? Las normas y límites proporcionan un esquema mental para que los niños sepan lo que pueden y lo que no pueden hacer. Son la clave para darles seguridad y hacerles sentir tranquilos y en calma. Por tanto:
- Evita que se pierdan en su comportamiento y facilita la gestión emocional.
- Favorece la regulación de sus ritmos de sueño y alimentación.
- Ayuda a la expresión de sus necesidades.
- aumenta la capacidad de frustración.
- Favorece las relaciones con sus iguales.
- Les prepara para la vida en sociedad.
¿Y por qué nos cuestan tanto? Pues porque el equilibrio para conseguir unas buenas normas y límites no es nada sencillo. Deben ser firmes y suaves, flexibles e inquebrantables, comprensibles y dar seguridad. Todo esto puede parecer contradictorio… y realmente tiene bastante sentido.
Ahora, ¿por dónde empezar? Pues por uno mismo.
Esto puede resultar incluso incómodo, esta introspección, este mirarse dentro de nosotros y es realmente el paso que más nos puede ayudar a establecer estas normas y límites. Pregúntate:
- ¿Cómo eran las normas y límites en mi casa cuando era pequeño? Nuestros padres o cuidadores pudieron ser muy autoritarios o muy laxos. Pudieron ser muy punitivos (nos llenaban de castigos) y/o aleatorios (no sabes cuándo se van a enfadar contigo y cuando te van a permitir hacer algo). Y, por supuesto, también pudieron ser un ejemplo a seguir o un poco de todo. En cualquiera de los casos es necesario poner consciencia a lo vivido ya que de esta manera tendremos el poder de gestionar la educación de nuestros hijos y poder salir de nuestros esquemas mentales automatizados.
- ¿Cómo establezco y respeto las normas y los límites en mi vida? Reflexionar cómo soy en el trabajo, con los amigos, con los vecinos, en los espacios en los que me muevo. ¿Me cuesta decir que no?, ¿evito demasiado ciertas situaciones?, ¿me cuesta parar y autocuidarme? ¿dónde establezco mejor los límites y con quién?, ¿suelo coger responsabilidades que no son mías? Todas estas preguntas van a estar implícitamente relacionadas con la educación que le damos a nuestros hijos por lo que saber desde donde partimos y qué tenemos que mejorar de nosotros mismos es el paso más importante.
- Por último, ¿qué emociones me produce poner normas y límites a mis hijos? Puede haber detrás miedo al rechazo o una gran necesidad de aprobación que te esté limitando el poner límites a otras personas y no solo a tus hijos.
Teniendo en cuenta estos puntos tan personales, podremos crear una estructura de límites y seguridad que les permita a nuestros hijos crecer con autonomía, autoestima, confianza y resiliencia.
Hay ciertos puntos que tenemos que tener claros a la hora de establecer normas y límites:
- Ten claro cuáles son los límites no negociables y créetelos. Estos límites les van a proporcionar a tu hijo un marco de seguridad y autoestima para su futuro por lo que no debes menospreciarlos. Aunque cada familia elige sus límites infranqueables según sus creencias, valores, modelo de vida, etc. Existen algunos que sí son comunes a todos:
- Marca límites no negociables a lo que se refiere a CONSUMO: de pantallas, de azúcar, de caprichos (como juguetes).
- Marca límites no negociables a lo que está suponiendo un riesgo grave y directo para su salud/seguridad (coger un bote de legía, no ponerse crema solar en pleno sol…).
- Deja el “grifo abierto”, no pongas límites ni normas, a lo que se refiere a los abrazos de mama/papá, cariños, consuelos, acompañamientos, palabras amorosas, empatía. De hecho, estos suelen ser los momentos en los que se va creando/reforzando el vínculo y la empatía entre vosotros.
- Nuestra tarea como padres NO es frenar el llanto, sino acompañar la emoción. Esto es importante porque muchos de los límites les va a generar frustración y, por lo tanto, llanto. Por lo que tener ese objetivo claro es fundamental. Los niños lloran, es natural, y consolar no es consentir ni conceder. Por tanto, olvídate de decirles: “no llores” y pregunta más bien si necesitan un abrazo, o algo de tiempo.
- Los límites y normas deben ser pocos y estar claros. Si sientes que estás todo el día repitiendo lo que no pueden hacer, es que algo no está funcionando bien. Si queremos que el mensaje llegue bien al niño, los límites deben ser claros y concisos. Imagina que lo has repetido varias veces y no hay resultado, entonces es momento de parar y ver por qué el mensaje no está llegando.
- Cuidado con el NO. Esa palabra es muy difusa para los niños, su mente no puede asimilar qué es lo que tengo que hacer si “eso” NO puedo hacerlo. Por lo tanto funciona mucho más decirlo en positivo, lo que SÍ pueden hacer. Por ejemplo, en vez de decir: “no corras”, prueba con decir “camina más despacio, mira, así…”
- Los premios y castigos SÓLO funcionan a corto plazo. Lo que sí funciona a largo plazo es la recompensa y consecuencia. Una recompensa nunca debe ser el motor para hacer algo, sino la consecuencia agradable que se puede recibir una vez se ha cumplido la norma o límite. Así estamos fomentando la confianza y la satisfacción. Es importante que el foco se ponga en reforzar los procesos y no los resultados. Por ejemplo, evita utilizar la fórmula de: “Si haces…entonces tendrás…”. Es más efectivo a largo plazo repetir la demanda de manera firme y segura y utilizar la presencia y la paciencia hasta que se cumpla. Entonces utilizar frases como: “es la hora de ducharse”, “ha llegado el momento de cenar”.
Por último, para poner en práctica todo esto ten en cuenta dos aspectos:
- Los niños menores de 7 años se rigen por el principio de placer, no es que sean desobedientes, sino que siguen su naturaleza. Van a querer hacer aquello que les guste en el momento presente. No son caprichos, ni rebeldía, es parte de su desarrollo.
- El clima para establecer una norma nueva debe de ser positivo. Por lo que lo más importante de todo es cultivar la conexión con tus hijos. La conexión es el caldo de cultivo perfecto para construir una educación sana con tus hijos.