¿Qué es un trauma?

Es bastante habitual oír en la televisión, redes sociales u otros medios de comunicación la palabra trauma. ¿Pero sabemos realmente lo que es? Nos escandalizamos un poco al oírla, pero en realidad los traumas son algo habitual, presentes en toda la población y que debemos intentar desestigmatizar. Te contamos por qué:

trauma

La palabra trauma proviene del griego y significa herida. Herida emocional.

¿Cuántas heridas físicas nos hemos hecho a lo largo de nuestra vida?, Cortes, brechas, lesiones, quemaduras… Es algo que sabemos usual y que aceptamos como parte de nuestro día a día, especialmente durante la infancia. Con las heridas emocionales, traumas, pasa lo mismo. Cualquier situación, evento, relación o conversación puede tener un impacto negativo en nuestras emociones, nos genera dolor emocional. Podemos experimentar miedo atroz o tristeza o vergüenza ante distintas situaciones que puede provocar en nosotros una herida emocional.

Igual que las heridas físicas, si en el momento en el que se producen tenemos los recursos para limpiarlas y curarlas, al poco desaparecen o cicatrizan y ya no duelen. Pero si no podemos atenderlas en el momento, es posible que la herida se haga más grande, o que se infecte y que nos duela más que al principio, o que termine afectando a otras partes del cuerpo que no son la originaria.

Lo mismo ocurre con las heridas emocionales. Cuando tenemos las herramientas para atender ese dolor emocional, procesarlo e integrarlo, al tiempo ya no duele, ha cicatrizado. Pero cuando no es así (por ejemplo en la infancia, debido a lo desprovistos que estamos de recurso), la herida se enquista, se infecta, duele, duele durante mucho tiempo. Esto es a lo que las y los profesionales de la salud mental denominamos trauma.

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Sabemos que nuestras experiencias de vida han ido moldeando o definiendo cómo somos. Nacemos con cierta base temperamental, pero las experiencias vitales, especialmente relacionales son las que definen nuestras estrategias de supervivencia actuales, nuestras dificultades y potencialidades, nuestras inclinaciones, nuestros recursos. Cómo dudar entonces del gran impacto que experiencias traumáticas, especialmente en la infancia, tiene sobre nuestros YOs actuales.

Nos permitimos citar a Anabel González, experta de trauma, apego y disociación: “Un trauma, en un sentido amplio, es en realidad una experiencia vital no resuelta. Sus efectos pueden verse a través de los problemas emocionales en los que nos quedamos encallados, o en los físicos, o en los problemas en las relaciones”

Los traumas no integrados pueden conllevar numerosas consecuencias para nuestra salud física y psicológica. Entre ellas:

  • Dificultades en la regulación emocional
  • Problemas en el procesamiento de la información, memoria y aprendizaje
  • Huella física: alteración del sistema nervioso, alteraciones somáticas
  • Procesos de disociación
  • Alteraciones en la percepción de la identidad

No quiere decir que todas las heridas emocionales tengan el mismo impacto y generen las mismas consecuencias o la misma gravedad. Hay muchos elementos que pueden intervenir: la edad o la etapa en la que sucede la experiencia, mis recursos personales en el momento, la gravedad del impacto del evento sobre la persona o sobre su entorno, la red o recursos de apoyo que se tengan…etc.

El trauma implica, para quien lo sufre, un cambio en el significado que da a su propia identidad, a su forma de ver el mundo y a las relaciones con los demás. Estas vivencias traumáticas pueden ser algo puntual, es decir, que ocurren sólo en un momento concreto, pueden ser algo que ocurre varias veces durante una etapa de la vida o algo repetido en el tiempo, aunque no sea intenso, pero que por repetición se acaba convirtiendo en algo dañino.

Ligado a esto último es importante hablar de los traumas relacionales, especialmente en las primeras etapas de nuestra vida. Lo que más daño nos puede hacer es otro ser humano. Las experiencias que hemos tenido durante la infancia marcan de forma predominante nuestras dificultades y capacidades de adultos. El tipo de apego que hemos tenido o heridas en la infancia de abandono, de desatención o, llegados a extremos, maltrato físico o psicológico, son traumas o heridas emocionales muy determinantes y condicionantes de nuestro posterior desarrollo.

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Las áreas cerebrales, ligadas a los traumas y de las que vamos a hablar a continuación están en pleno desarrollo durante la infancia, sin aún todas sus competencias formadas, lo que procesar una experiencia, integrarla y desarrollar recursos de afrontamiento durante la infancia es una tarea titánica para nuestro cerebro.

Las diferentes áreas cerebrales implicadas las exponemos a continuación:

  • El tálamo, centro motor del sistema límbico, es la primera área cerebral que vamos a mencionar, puesto que es el primero en recibir los inputs externos y procesarlos.
  • Debajo del tálamo tenemos a nuestra gran protagonista, la amígdala, cuya principal función es dotar de significado a los estímulos recibidos, es la primera estación de alarma ante posibles estímulos peligrosos (si la amígdala detecta algo como peligroso hace activarse a nuestro sistema nervioso periférico para que luchamos u huyamos del estímulo).
  • Para que la información emocional se siga procesando necesitamos al hipocampo, que interviene en los procesos de memoria y de organización del contenido de las experiencias, también hace que entendamos los estímulos y que diferenciemos entre pasado, presente y futuro. Gracias a un correcto funcionamiento del  hipocampo podremos procesar e integrar la experiencia emocional vivida.

En condiciones normales estos sistemas se activan e integran en paralelo, pero cuando la situación es muy dolorosa o estresante pueden no funcionar integradas, la amígala puede hiperactivarse debido a la intensidad emocional y las conexiones talámicas o del hipocampo pueden llegar a inhibirse, de forma que no se procese e integra la información.

Si tenemos la red de apoyo, el tiempo, la capacidad interna o la ayuda necesaria para reconducir este procesamiento, no tendremos por qué hablar de trauma pero cuando vivimos una experiencia desagradable y no tenemos los medios o recursos para entenderla, asimilarla, procesarla e integrarla, se queda como “encapsulada” en nuestras áreas emocionales cerebrales. Nuestro sistema límbico no puede trabajar con esa experiencia, por lo que cuando recordemos o vivamos una experiencia similar, o algo nos recuerda a dicho evento, accedemos a ese contenido encapsulado y lo experimentamos con misma carga emocional que fue vivido cuando se formó la herida.

Pero la buena noticia es que siempre, haya pasado el tiempo que haya pasado, vamos a poder trabajar sobre los traumas del pasado. Con la ayuda de un profesional podemos acceder a esta información desfragmentada y con más recursos que cuando nos ocurrió vamos a poder poner a trabajar nuestras áreas cerebrales en equipo para el procesamiento de estas experiencias. Esto se puede trabajar con diferentes técnicas de procesamiento de la información, de conexión interhemisférica o de desensibilización y reprocesamiento de la información, como el EMDR, siempre con la ayuda de una/un profesional.

No es vivir en el pasado, es tener claro mi pasado, trabajarlo, para que no condicione mi futuro

“Para aprender de una experiencia, ésta no puede ser una herida abierta. Es difícil sacar aprendizajes de un dolor que aún es intenso, estaremos centrados en hacer lo posible para que el dolor se vaya. Por eso solo las experiencias que hemos asimilado, desmenuzado, integrado, nos sirve como referencia para un futuro”

Anabel Gonzalez

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