A menudo encontramos comportamientos en el aula que nos impiden desarrollar la clase con normalidad, y nos preguntamos ¿Qué le pasa a Juanita o Pepito hoy? El recurso del que os queremos hablar en este artículo, es cómo a través de la mirada de la Teoría Polivagal (Stephen Porges, 1992) podemos ofrecer acciones destinadas a encontrar de nuevo la calma, tanto para nuestros/as alumnos/as, como para los adultos que trabajamos con ellos/as.
Empecemos por el principio, el Sistema Nervioso Autónomo (en adelante SNA) está compuesto por el sistema nervioso simpático y el sistema nervioso parasimpático. Éste se encarga de regular determinados procesos de nuestro organismo de los que no solemos ser conscientes, como: la presión arterial, la frecuencia respiratoria, la sudoración, la digestión, el temblor, etc. Es decir todo aquello que funciona sin nuestro control.
Este SNA responde a las señales y a las sensaciones, tanto internas como externas, a través de tres vías o estados. La activación de una u otra vía dependerá de cómo percibimos y reaccionamos ante situaciones de seguridad o amenaza. Cada una estas vías posee un patrón característico de respuesta que compartimos todos los seres humanos.
Veamos qué comportamientos podremos observar en el aula según el estado o vía activada en cada uno de nuestros/as alumnos/as
1. Estado de Compromiso Social (Sistema Parasimpático Ventral)
Cuando este estado está activado, las personas se sienten tranquilas, seguras y capaces de relacionarse de manera positiva con los demás.
En este estado los comportamientos esperados son:
- Un lenguaje corporal relajado.
- Capacidad de trabajar en grupo, colaborar y mantener relaciones positivas con los compañeros.
- Curiosidad, creatividad, entusiasmo por aprender.
- Respuestas adecuadas y reflexivas ante las preguntas o los retos académicos.
Este es el estado ideal para el aprendizaje y el desarrollo social, ya que el individuo se siente lo suficientemente “a salvo” como para explorar y conectarse con su entorno. Este comportamiento puede suceder cuando él/la estudiante percibe el aula como un espacio seguro.
2. Estado de Lucha o Huida (Sistema Nervioso Simpático)
Cuando se percibe una amenaza o estrés moderado, el sistema nervioso simpático entra en acción. El cuerpo se prepara para reaccionar ante el peligro mediante las respuestas de lucha o huida y podremos observar comportamientos como:
- Respuestas impulsivas, hablar sin pensar, interrumpir constantemente, movimiento frecuente sin aparente control o incluso aquellos que mueven la pierna sin darse cuenta.
- Comportamientos desafiantes, como responder de manera agresiva, gritar o desafiar la autoridad.
- Aislamiento repentino o evitar la interacción (en el caso de «huida»)
En este estado, las funciones del aprendizaje se ven afectadas, ya que el cuerpo y la mente están más preocupados por sobrevivir que por procesar nueva información.
3. Estado de Colapso o Congelación (Sistema Parasimpático Dorsal)
Cuando la amenaza es percibida como abrumadora o inescapable, el sistema parasimpático dorsal, una rama más primitiva del nervio vago, entra en acción. Este estado se caracteriza por una respuesta de congelación o colapso, dando lugar a comportamientos parecidos a:
- Falta de participación y/o interés en la clase, respuestas monótonas o ausencia de respuestas, es como si no estuvieran presentes.
- Aislamiento social, evitando la interacción e incluso la mirada con compañeros/as o profesores.
- Puede parecer desconectado/a, desmotivado/a o “perezoso/a”, pero en realidad está emocionalmente sobrecargado. El cuerpo se ralentiza drásticamente, y las funciones fisiológicas básicas se reducen al mínimo
El estado de congelación o colapso puede ser particularmente dañino para el aprendizaje, ya que implica una desconexión total del entorno, impidiendo la participación activa y consciente.
Debemos tener en cuenta que esta clasificación es generalizada, nadie mejor que vosotros/as conoce a las personas que tenéis cada día en el aula
Recursos y propuestas de fácil aplicación en el aula
El primer ingrediente sobre el que se articula todo lo demás y sin el cual no conseguiremos crear ese ambiente seguro es, un ADULTO CONSCIENTE ¿A que nos referimos con esto? Necesitamos a un adulto en el aula que comprenda que sus alumnos/as necesitan sentirse seguros/as con el proceso de enseñanza aprendizaje y todo lo que lo rodea. Existen muchos niños y niñas que ante la posibilidad de equivocarse o sacar una mala nota se bloquean. Incluso hay menores que sufren dolores físicos porque no quieren/pueden enfrentarse a ciertas situaciones. Un profesional coherente, amable, consistente en el cumplimento de las normas y que sepa autorregularse favorecerá la creación de un vínculo seguro para sus alumnos/as, lo que les permitirá salir del estado vagal dorsal o simpático con mayor facilidad.
Para que nuestros/as alumnos/as aprendan los contenidos curriculares del curso, deben sentirse seguros. Sabemos que el tiempo es el que es, y precisamente por ello, si invertimos tiempo en crear esa seguridad emocional, estaremos favoreciendo el aprendizaje durante todo el curso.
Más acciones para crear seguridad en el aula
- Una de las mejores maneras es crear unas normas y rutinas conocidas y consensuadas por todos/as los miembros de la clase, de modo que les permita predecir lo que va a suceder en cada momento del día. Si existieran cambios en esa rutina también sería necesario poder avisar. Por ejemplo, colocar en un lugar visible un horario y calendario semanal visible con un espacio para actividades extra, creación de rituales de bienvenida y cierre reflejadas en esas rutinas permitiendo espacios para la expresión.
- Que se sientan pertenecientes al grupo y que puedan tomar decisiones respecto al espacio físico del aula o incluso del centro. Por ejemplo, dedicar semanalmente alguna actividad/juego para que se conozcan entre ellos y que después cuenten lo que han aprendido sobre su compañero/a. Colocar fotos suyas por el aula también les va a ayudar a sentir el espacio físico como propio, nombrar responsables rotativos para el cuidado del aula, etc.
- Creación de distintos espacios donde se puedan gestionar emocional y físicamente, por ejemplo un rincón de la calma, otro rincón para la resolución de conflictos, un espacio donde descargar mi exceso de energía de manera segura. Existen muchas ideas, lo importante es detectar qué necesitan o que sobra para sentir su aula como un entorno seguro.