Hace ya bastante tiempo que empezamos a escuchar la palabra Mindfulness en nuestras vidas. Seguramente hayamos escuchado múltiples aplicaciones de esta práctica que se puede utilizar a nivel personal, en la educación, en la empresa… Entonces ¿En qué consiste exactamente? ¿Realmente tiene tantos beneficios cómo dicen?
Mindfulness es una capacidad humana universal y básica, que consiste en la posibilidad de ser conscientes de los contenidos de la mente momento a momento. Dicho resumidamente: es la práctica de la autoconciencia.
A veces se confunde el Mindfulness con la meditación, pues esto es un mito ya que no son lo mismo. Se puede hacer mindfulness sin meditar y meditar sin hacer mindfulness.
Conseguir aumentar la capacidad de prestar atención a lo que ocurre en el ahora con una actitud de curiosidad y aceptación (sin juzgar) es el objetivo primordial de esta práctica. En este sentido, la meditación supone un atajo o un potenciador para conseguirlo.
Y conseguir esto, ¿qué nos aporta?
Como dice Jonathan García-Allen, “no se trata de borrar las emociones negativas que nos pueden causar ciertos hechos, sino de reducir su intensidad”. Desde la perspectiva mindfulness, las emociones perturbadoras son aquellas que nos dificultan la habilidad de permanecer conscientes en el aquí y el ahora. No tienen porqué ser las emociones de naturaleza desagradable como el miedo, el enfado, los celos… Sino que también incluye otras positivas como el deseo o el orgullo.
Una enseñanza fundamental es que reforzamos estas emociones perturbadoras cuanto mayor es nuestra reacción frente a las mismas. Tenemos dos formas de reaccionar, tanto implicándonos en exceso como evitándolas (Nydahl, 2008). Por ello, lo importante es cambiar la forma en la que me relaciono con la experiencia emocional interna, más que modificar dicha experiencia en sí misma.
“Hay que ser conscientes de que lo que nos provoca malestar o ansiedad no son los eventos, sino cómo vinculamos las emociones a éstos” (Jonathan García-Allen)
Desde el mindfulness se cree que el pensamiento y la emoción no actúan por separado, sino que nuestros “pensamientos son emocionales” y por ello, inseparables.
Se proponen 7 pasos para gestionar las emociones o pensamientos emocionales desde la práctica del mindfulness:
¿Cómo sería esto en mi vida? ¿Cómo lo puedo utilizar? Os queremos enseñar un ejemplo:
Imaginemos que tengo miedo a las agujas y, como es inevitable, debo ir a hacerme una analítica de control (algo que he dejado pasar demasiado tiempo…). Cuando llego a la sala de espera y me dan número mi nerviosismo se dispara, noto que empiezo a sudar y mis piernas no pueden estarse quietas. La cabeza se llena de imágenes que empeoran esta situación. Entonces ahora, en este momento, decido cerrar los ojos e ir localizando cada parte de mi cuerpo, cada órgano, mi respiración… Observo mi miedo que aunque no le he invitado se presenta. Siento la amenaza de la aguja y la respuesta que mi cuerpo tiene ante ella. Observo todo y decido que quiero observarlo, lo acepto y me acepto. Veo, siento e incluso escucho el miedo, y así, lo dejo ir. Él es algo circunstancial, y yo no. Llega el momento del pinchazo. Por supuesto que hubiese preferido que no me pincharan, pero aquí estoy, manejando mis emociones de manera plena.
La práctica del mindfulness cuenta con la ventaja de que se practica en la individualidad de cada uno, en nuestro encuentro con nosotros mismos/as. En ese sentido, sea una meditación más formal o menos, la práctica se hace en un entorno de total seguridad, donde la equivocación o el error no existen. Te permite vivenciar y manejar adecuadamente las emociones experimentadas desde el aquí y el ahora. Es una herramienta eficaz para afrontar las emociones cotidianas.
Y ahora… ¡busca ese conflicto, sensación, problema, que te perturba y sigue los pasos! Aquí os ofrecemos música para ayudar a la realización del mindfulness: https://www.youtube.com/watch?v=yjj7zIWO88s
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