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¿Es posible educar igual a los/as hijos/as?

Los niños comprenden más allá de las palabras; el tono y la actitud cuentan

(Françoise Dolto)

¿Cómo es posible que dos hermanos/as, nacidos en la misma casa y criados por los mismos padres, sean tan diferentes? La respuesta está en multitud de factores como en las pequeñas decisiones, tonos, gestos y momentos, es decir, en la sutileza de educar.

Gran parte de la educación la vamos improvisando según van surgiendo las situaciones. Aún así, las madres y los padres solemos tener unos valores y unas líneas rojas a la hora de educar a nuestros hijos/as. Sin embargo, en la práctica, cada hijo/a recibe una experiencia educativa diferente. Esta diferencia no es una equivocación y no tiene una intención negativa, sino es una consecuencia natural del acto educativo.

¿Qué aspectos influyen es esto?

a) La ilusión de la equidad: intentar tratar a todos los hijos e hijas por igual para intentar ser justos, no es tratar con equidad. Cada uno/a tiene sus necesidades y no podemos utilizar el mismo molde para todos/as. Educar no es aplicar una fórmula, es un proceso humano, emocional y situacional. Si estoy dando a todos los hijos e hijas lo mismo, realmente no tenemos por qué estar cubriendo sus necesidades. En consecuencia, su mundo interno se estará formando de manera muy diferente unos/as de otros/as.

b) El contexto cambia con cada hijo/a: ¿vivimos igual la llegada y los primeros años de un hijo o hija primogénito que la llegada del segundo hijo o hija?. El ser padres y madres nos cambia nuestra organización interna y externa de la vida, por lo tanto, a veces ni nos reconocemos en las mismas personas. Un segundo hijo/a viene con una estructura más definida, aunque, por supuesto, será un gran cambio igualmente.

En este sentido, la primera hija o hijo suele recibir una atención más individual y también los padres vivimos cada instante con el bebé de una manera mucho más intensa (tanto para lo bueno como para lo malo).

Además, tampoco podemos olvidar que el estado emocional y vital de los adultos cambia a lo largo del tiempo, y de un hijo/a a otro/a las circunstancias personales son diferentes.

c) El temperamento del niño/a: cada persona nace con un carácter distinto, hay niños/as muy demandantes y otros que menos, niños/as muy sensibles y otros que menos, etc. Los padres y las madres, muchas veces sin darnos cuenta, vamos ajustando nuestro estilo educativo a ese temperamento. Por ejemplo: es normal que con un hijo tengamos más paciencia que con otro, o que con una tengamos más exigencia que con otra.

d) Reactividad y estrés: decir que vivimos en una sociedad donde predomina lo inmediato, las prisas y el estrés no es nada nuevo. Esto nos lleva a educar en la urgencia y a ir reaccionando (reacción inmediata vs respuesta reflexionada) a las situaciones que nos encontramos. Cambios sutiles como el todo de voz, las palabras que utilicemos y el tiempo dedicado tienen un efecto acumulativo que va dejando huella en nuestros/as hijos/as de una manera u otra.  

Después de leer esto, ¿se te ocurren momentos en los que sin querer no estás educando igual? Aquí vemos un par de ejemplos:

  • Paula es madre de dos niños. Con uno sentía que conectaba mejor que con el otro y sin querer a este primero le permitía más cosas que al anterior, que le reprochaba mucho más sin darse cuenta. Al entender más al primero, podía ser más flexible con él.
  • Otro ejemplo que se nos ocurre es el de Alberto, padre de un niño y una niña. Se dio cuenta que corregía con más firmeza al niño porque una parte de él pensaba que era más duro y que tenía que ser más fuerte que su hija, una niña que veía adorable y maravillosa.

¿Y por qué creemos que es importante este artículo? Porque educar siendo lo más conscientes posibles nos hace poder ser los padres/madres que queremos ser. También porque obsesionarse con educar igual a nuestros hijos no es lo más importante, sino buscar cubrir sus necesidades emocionales. Y porque reconocer la sutileza en la educación nos hace estar más atentos de lo que va sucediendo internamente a nuestros/as hijos/as, no más culpables. La clave está en observar, escuchar y ajustar con amor.

Educar no es repetir un patrón, es crear un vínculo único con cada hijo/a.

plumaria

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