¿Bendita o maldita autonomía?
Antes de lo que nos pensamos, llega ese temido y/o deseado momento en el que los bebés se convierten en personas que quieren elegir y decidir. ¿Y cómo nos sentimos al respecto? Pues seguramente depende del momento y el lugar. Variaremos desde una sensación de orgullo y liberación (que solemos sentir por pecho) a una sensación de frustración, estrés y agotamiento (que solemos sentir por la cabeza y hombros).
Empiezan con simples gestos, señalando, negando, asintiendo. Y luego, empiezan a verbalizarlo con un “yo solo” o con un simple “No”, bien clarito y alto. Vamos, que no nos dejan lugar a dudas de lo que quieren, si estamos atentos.
Realmente estas señales nos las debemos tomar con la mentalidad de que están listos para intentar hacerlo por ellos mismos y mismas. Reflexionando que se están desarrollando de la manera correcta y que están empezando a comprender que son seres individuales y únicos. Y eso no excluye que necesiten nuestra compañía y supervisión.
Según Piaget (reconocido biólogo y psicólogo suizo) hasta los 2 años, el niño aprende fundamentalmente a través del ensayo y el error. Es necesario que el niño explore, observe, toque, sienta lo que hay a su alrededor. Aquí la autonomía es muy básica y requiere mucha paciencia y repetición. Entre los 2 y los 6 años se desarrolla el simbolismo y por ello comenzará el lenguaje, el pensamiento intuitivo y la sociabilidad sin perder su egocentrismo característico de la edad. Es cuando la autonomía empieza a coger un fuerte protagonismo.
La autonomía es un proceso que nos brinda la oportunidad de hacer cosas por nosotros mismos, de cubrir nuestras necesidades, de seguir objetivos y de adquirir nuevas habilidades en la vida. Es un proceso de aprendizaje súper valioso y ser conscientes de ello nos va a ayudar mucho.
Cuando este momento llega es porque ya hemos pasado por otros momentos donde el apego y la dependencia del niño es plena, dónde sus padres lo son TODO en su vida y no pueden hacer prácticamente nada sin ellos. Por tanto, el hecho de que nos cueste este proceso es más que normal.
Esto nos tiende a que pensemos que “no están listos” para hacer algo. Aquí debemos recordar que: cuantas más oportunidades tengan de hacerlo, más rápido y mejor van a adquirir las competencias y más satisfacción tendrá el niños al ver sus logros. Como adultos y padres poner el foco en estos pequeños logros les va a ayudar a que se sientan reconocidos y validados.
La autonomía está estrechamente relacionada con la seguridad que tiene uno consigo mismo, con la aceptación de las normas, con la resiliencia, con la capacidad de superar la frustración y con saber aceptar responsabilidades. Por lo tanto, debemos darle importancia desde el principio, no es algo para cuando “crezcan”.
Recomendamos salir del “muy bien”, ya que así sólo fomentamos la motivación externa (aquella motivación que depende de los demás). Busca concretar y describir qué es lo que aprecias de lo que ha hecho y del proceso hasta llegar ahí. Aprovecha esos momentos para que también se miren por dentro y descubran qué emociones y sensaciones les produce hacer las cosas de una manera u otra. Es decir, dales un feedback dónde se tengan en cuenta sus emociones y de los demás cuando vayan creciendo. Así estarás fomentando la motivación intrínseca (la que depende de ellos mismos), algo que va a ser un pilar para conseguir sus metas a lo largo de su vida. Para que tengas una idea más concreta de cómo dar el feedback aquí tienes algunos ejemplos:
Como ya hemos dicho, la autonomía es positiva y necesaria para el correcto desarrollo de nuestros hijos. Los niños con pocos hábitos de autonomía suelen presentar problemas de aprendizaje y de relación con los demás. Si mejoramos sus hábitos, probablemente también lo haga su aprendizaje y manera de relacionarse. Además, fomentar la autonomía nos va a ir proporcionando un mayor desahogo a la hora de la gestión en el hogar. Llevarlo a cabo de una manera satisfactoria para todos no es tarea sencilla. Aquí os damos algunos consejos prácticos:
A la hora de comunicar un nuevo hábito o responsabilidad que queremos que asuman es importante transmitirlo desde el juego y la ilusión. Crear un ambiente donde las emociones agradables (como la alegría y el amor) predominen es fundamental para el aprendizaje. Una vez que estemos en eso momento de conexión, el mensaje a transmitir debe de ser claro y asertivo, como por ejemplo: “para lavarse la cabeza hay que hacer esto y esto, sé que puedes hacerlo solito” y mientras tanto nosotros teatralizamos cómo se tiene que hacer. Es importante que nos aseguremos que está entendiendo las instrucciones y podemos pedirles que las repitan.
Importante, no te embarques a fomentar la autonomía cuando el ambiente no es agradable, ya que iniciarás lo que probablemente se convierta en una “guerra”. Cuándo NO es un buen momento para fomentar la autonomía:
¿Y qué actividades de autonomía se pueden introducir progresivamente en la primera infancia (de 1 a 6 años)?
No olvides aprovechar los momentos que compartís a diario para ir introduciendo estas habilidades, dales protragonismo y seguridad en lo que hacen. A veces, una “simple” mirada materna/paterna basta 🙂
Para terminar, os dejamos los 7 puntos clave de este artículo sobre autonomía en la primera infancia:
Y como anotación final ten en cuenta que: Confiar en la autonomía de nuestros hijos es uno de los mayores regalos que podemos hacerles.
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